LOS 10 MEJORES POEMAS DE AMOR DE PABLO NERUDA

16. SONETO XCIII (CIEN SONETOS DE AMOR)

Si alguna vez tu pecho se detiene,

si algo deja de andar ardiendo por tus venas,

si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,

si tus manos se olvidan de volar y se duermen,


Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos

porque ese último beso debe durar conmigo,

debe quedar inmóvil para siempre en tu boca

para que así también me acompañe en mi muerte.


Me moriré besando tu loca boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.


Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo

iremos confundidos en una sola muerte

a vivir para siempre la eternidad de un beso.


15. SONETO XCV (CIEN SONETOS DE AMOR)

¿Quiénes se amaron como nosotros? Busquemos

las antiguas cenizas del corazón quemado

y allí que caigan uno por uno nuestros besos

hasta que resucite la flor deshabitada.


Amemos el amor que consumió su fruto

y descendió a la tierra con rostro y poderío:

tú y yo somos la luz que continúa,

su inquebrantable espiga delicada.


Al amor sepultado por tanto tiempo frío,

por nieve y primavera, por olvido y otoño,

acerquemos la luz de una nueva manzana,

de la frescura abierta por una nueva herida,

como el amor antiguo que camina en silencio

por una eternidad de bocas enterradas.


14. SONETO XVII (CIEN SONETOS DE AMOR)

No te amo como si fueras rosa de sal, topacio

o flecha de claveles que propagan el fuego:

te amo como se aman ciertas cosas oscuras,

secretamente, entre la sombra y el alma.


Te amo como la planta que no florece y lleva

dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,

y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo

el apretado aroma que ascendió de la tierra.


Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,

te amo directamente sin problemas ni orgullo:

así te amo porque no sé amar de otra manera,

sino así de este modo en que no soy ni eres,

tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,

tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.


13. EL AMOR (LOS VERSOS DEL CAPITÁN)

¿Qué tienes, qué tenemos,

qué nos pasa?


Ay, nuestro amor es una cuerda dura

que nos amarra hiriéndonos

y si queremos

salir de nuestra herida,

separarnos,

nos hace un nuevo nudo y nos condena

a desangramos y quemarnos juntos.


¿Qué tienes? Yo te miro

y no hallo nada en ti sino dos ojos

como todos los ojos, una boca

perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,

un cuerpo igual a los que resbalaron

bajo mi cuerpo sin dejar memoria.


Y qué vacía por el mundo ibas

como una jarra de color de trigo

sin aire, sin sonido, sin substancia!


Yo busqué en vano en ti

profundidad para mis brazos

que excavan, sin cesar, bajo la tierra:

bajo tu piel, bajo tus ojos

nada,

bajo tu doble pecho levantado

apenas

una corriente de orden cristalino

que no sabe por qué corre cantando.


Por qué, por qué, por qué,

amor mío, por qué?


12. POBRES MUCHACHOS (ESTRAVAGARIO)

Cómo cuesta en este planeta

amarnos con tranquilidad:

todo el mundo mira las sabanas,

todos molestan a tu amor.


Y se cuentan cosas terribles

de un hombre y de una mujer

que después de muchos trajines

y muchas consideraciones

hacen algo insustituible,

se acuestan en una sola cama.


Yo me pregunto si las ranas

se vigilan y se estornudan,

si se susurran en las charcas

contras las ranas ilegales,

contra el placer de los batracios.


Yo me pregunto si los pájaros

tienen pájaros enemigos

y si el toro escucha a los bueyes

antes de verse con la vaca.


Ya los caminos tienen ojos,


los parques tienen policía,

son sigilosos los hoteles,

las ventanas anotan nombres,

se embarcan tropas y cañones

decididos contra el amor,

trabajan incesantemente

las gargantas y las orejas,

y un muchacho con su muchacha

se obligaron a florecer

volando en una bicicleta.


11. CON ELLA (ESTRAVAGARIO)

Como es duro este tiempo, espérame:

vamos a vivirlo con ganas.


Dame tu pequeñita mano:

vamos a subir y sufrir,

vamos a sentir y saltar.

Somos de nuevo la pareja

que vivió en lugares hirsutos,

en nidos ásperos de roca.


Como es largo este tiempo, espérame

con una cesta, con tu pala,

con tus zapatos y tu ropa.


Ahora nos necesitamos

no sólo para los claveles,

no sólo para buscar miel:

necesitamos nuestras manos

para lavar y hacer el fuego,

y que se atreva el tiempo duro

a desafiar el infinito

de cuatro manos y cuatro ojos.


10. SONETO LXXIX (CIEN SONETOS DE AMOR)

De noche, amada, amarra tu corazón al mío

y que ellos en el sueño derroten las tinieblas

como un doble tambor combatiendo en el bosque

contra el espeso muro de las hojas mojadas.


Nocturna travesía, brasa negra del sueño

interceptando el hilo de las uvas terrestres

con la puntualidad de un tren descabellado

que sombra y piedras frías sin cesar arrastrara.


Por eso, amor, amárrame el movimiento puro,

a la tenacidad que en tu pecho golpea

con las alas de un cisne sumergido,

para que a las preguntas estrelladas del cielo

responda nuestro sueño con una sola llave,

con una sola puerta cerrada por la sombra.


9. SONETO XVI (CIEN SONETOS DE AMOR)

Amo el trozo de tierra que tú eres,

porque de las praderas planetarias

otra estrella no tengo. Tú repites

la multiplicación del universo.


Tus anchos ojos son la luz que tengo

de las constelaciones derrotadas,

tu piel palpita como los caminos

que recorre en la lluvia el meteoro.


De tanta luna fueron para mí tus caderas,

de todo el sol tu boca profunda y su delicia,

de tanta luz ardiente como miel en la sombra

tu corazón quemado por largos rayos rojos,

y así recorro el fuego de tu forma besándote,

pequeña y planetaria, paloma y geografía.


8. SONETO XXV (CIEN SONETOS DE AMOR)

Antes de amarte, amor, nada era mío:

Vacilé por las calles y las cosas:

Nada contaba ni tenía nombre:

El mundo era del aire que esperaba.


Yo conocí salones cenicientos,

Túneles habitados por la luna,

Hangares crueles que se despedían,

Preguntas que insistían en la arena.


Todo estaba vacío, muerto y mudo,

Caído, abandonado y decaído,

Todo era inalienablemente ajeno,


Todo era de los otros y de nadie,

Hasta que tu belleza y tu pobreza

Llenaron el otoño de regalos.


7. SONETO II (CIEN SONETOS DE AMOR)

Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,

qué soledad errante hasta tu compañía!

Siguen los trenes solos rodando con la lluvia.

En Taltal no amanece aún la primavera.


Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos,

juntos desde la ropa a las raíces,

juntos de otoño, de agua, de caderas,

hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.


Pensar que costó tantas piedras que lleva el río,

la desembocadura del agua de Boroa,

pensar que separados por trenes y naciones


tú y yo teníamos que simplemente amarnos,

con todos confundidos, con hombres y mujeres,

con la tierra que implanta y educa los claveles.


6. SONETO XXII (CIEN SONETOS DE AMOR)

Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,

Sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,

En regiones contrarias, en un mediodía quemante,

Eras sólo el aroma de los cereales que amo.


Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa

En Angol, a la luz de la luna de Junio,

O eras tú la cintura de aquella guitarra

Que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.


Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.

En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.

Pero yo ya sabía cómo era. De pronto


Mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:

Frente a mis ojos estabas, reinándome y reinas.

Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.


5. POEMA 15 (20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA)

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.

Parece que los ojos se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma

emerges de las cosas, llena del alma mía.

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,

y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.

Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.

Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:

déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio

claro como una lámpara, simple como un anillo.

Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


4. ODA A LA PAREJA (ODAS ELEMENTALES)

I

Reina, es hermoso ver

marcando mi camino

tu pisada pequeña

o ver tus ojos

enredándose

en todo lo que miro,

ver despertar tu rostro

cada día,

sumergirse

en el mismo

fragmento

de sombra

cada noche.


Hermoso

es ver

el tiempo

que corre

como el mar

contra una sola proa

formada por tus senos y mi pecho,

por tus pies y mis manos.


Pasan por tu perfil

olas del tiempo,

las mismas que me azotan

me encienden,

olas como furiosas

dentelladas de frío

y olas como los granos

de la espiga.


Pero

estamos juntos,

resistimos,

guardando

tal vez

espuma negra o roja

en la memoria,

heridas

que palpitaron como labios o alas.


Vamos andando juntos

por calles y por islas,

bajo el violín quebrado

de las ráfagas,

frente a un dios enemigo,

sencillamente juntos

una mujer y un hombre.


II

Aquellos

que no han sentido cada

día del mundo

caer

sobre la doble

máscara del navío,

no la sal sino el tiempo,

no la sombra

sino el paso desnudo

de la dicha,

cómo podrán cerrar

los ojos,

los ojos solitarios y dormir?


No me gusta

la casa sin tejado,

la ventana sin vidrios.


No me gusta

el día sin trabajo,

ni la noche sin sueño.


No me gusta

el hombre

sin mujer,

ni la mujer

sin hombre.


Complétate,

hombre o mujer, que nada

te intimide.


En algún sitio

ahora

están esperándote.


Levántate:

tiembla

la luz en las campanas,

nacen

las amapolas,

tienes

que vivir

y amasar

con barro y luz de vida.


Si sobre dos cabezas

cae la nieve

es dulce el corazón

caliente de la casa.


De otra manera,

en la intemperie, el viento

te pregunta:

dónde está

la que amaste?

y te empuja, mordiéndote, a buscarla.


Media mujer es una

y un hombre es medio hombre.


En media casa viven,

duermen en medio lecho.


Yo quiero

que las vidas se integren

encendiendo los besos

hasta ahora apagados.


Yo soy el buen poeta

casamentero. Tengo

novias

para todos los hombres.


Todos los días veo

mujeres solitarias

que por ti me preguntan.


Te casaré, si quieres,

con la hermana

de la sirena reina de las islas.


Por desgracia, no puedes

casarte con la reina,

porque me está esperando.


Se casará conmigo.


3. SI TÚ ME OLVIDAS (LOS VERSOS DEL CAPITÁN)

Quiero que sepas

una cosa.


Tú sabes cómo es esto:

si miro

la luna de cristal, la rama roja

del lento otoño en mi ventana,

si toco

junto al fuego

la impalpable ceniza

o el arrugado cuerpo de la leña,

todo me lleva a ti,

como si todo lo que existe,

aromas, luz, metales,

fueran pequeños barcos que navegan

hacia las islas tuyas que me aguardan.


Ahora bien,

si poco a poco dejas de quererme

dejaré de quererte poco a poco.


Si de pronto

me olvidas

no me busques,

que ya te habré olvidado.


Si consideras largo y loco

el viento de banderas

que pasa por mi vida

y te decides

a dejarme a la orilla

del corazón en que tengo raíces,

piensa

que en ese día,

a esa hora

levantaré los brazos

y saldrán mis raíces

a buscar otra tierra.


Pero

si cada hora

sientes que a mí estás destinada

con dulzura implacable.


Si cada día sube

una flor a tus labios a buscarme,

ay amor mío, ay mía,

en mí todo ese fuego se repite,

en mí nada se apaga ni se olvida,

mi amor se nutre de tu amor, amada,

y mientras vivas estará en tus brazos

sin salir de los míos.


2. POEMA 20 (20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA)

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo.


1. SONETO XLV (CIEN SONETOS DE AMOR)

No estés lejos de mí un solo día, porque cómo,

porque, no sé decirlo, es largo el día,

y te estaré esperando como en las estaciones

cuando en alguna parte se durmieron los trenes.


No te vayas por una hora porque entonces

en esa hora se juntan las gotas del desvelo

y tal vez todo el humo que anda buscando casa

venga a matar aún mi corazón perdido.


Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,

ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:

no te vayas por un minuto, bienamada,


porque en ese minuto te habrás ido tan lejos

que yo cruzaré toda la tierra preguntando

si volverás o si me dejarás muriendo.


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